Expulsados los cartagineses de España por los romanos, éstos emprendieron la conquista del todo el territorio Español, mediante métodos muchas veces crueles y violentos, por lo que muchos de los pueblos se sublevaron contra ellos costándoles casi 200 años de luchas conseguirlo. (Comenzó en el 218 a. de C y terminó en el 28 a. de C.)
Algunas de las primeras sublevaciones a las que tuvieron que hacer frente los romanos, fueron la de los pueblos Ilergetes de la España Tarroconense, al mando de su príncipe o caudillo Indíbil y la de los Ausetanos, con su jefe Mandonio.
Indíbil y Mandonio habían combatido al lado de los cartagineses contra los romanos, durante la segunda guerra púnica (juntos derrotaron a Escipión en el 211 a. de C.), pero ante la falta de libertad y presiones económicas a las que fueron sometidos por sus aliados, se pasaron al bando de los romanos, para conseguir su independencia y territorio, y combatieron a los cartagineses. Pronto se dieron cuenta de que solo habían cambiado de dominadores, pero no su estado.
En el Delta del Ebro, terreno que no favorecía a los hispanos, se enfrentaron en reñidísima batalla y fueron vencidos por los romanos. Indibil consiguió refugiarse en un lugar fortificado, pero murió en un enfrenamiento con los romanos. Mandonio fue cogido prisionero y murió crucificado.
Otros muchos líderes hispanos se sublevaron contra la conquista romana, ocasionándoles graves pérdidas en hombres y suministros, como los daños infligidos por los lusitanos a Roma que, en una batalla les causaron 7.000 bajas. Tras este desastre, se hizo cargo del ejército romano Servio Sulpicio Galba que concertó la paz con los lusitanos, que traicionaría, tomándolos como esclavos y realizando una cruel matanza.
De esta matanza consiguió escapar Viriato, pastor lusitano, con un reducido grupo que, en poco tiempo reunió 10.000 lusitanos de los que él sería el cabecilla. Derrotó y mató en Tribola al pretor Vetilio en 147 a. de C. (título que tenía el jefe supremo del ejército), utilizando sobre todo la táctica de guerrillas. Ante la impotencia de los romanos para vencer a Viriato, compraron a tres de sus lugartenientes, Ditalcó, Audaz y Minura que , lo asesinaron a traición. Cuando se presentaron a cobrar su recompensa, el pretor romano Servilio Cepión dijo "Roma no paga a traidores".
Pese a la muerte de Viriato, los lusitanos siguieron luchando bajo las órdenes de Tántalo, pero el nuevo pretor Décimo Junio Bruto, terminó por someterlos.
Otros muchos líderes hispanos se sublevaron contra la conquista romana, ocasionándoles graves pérdidas en hombres y suministros, como los daños infligidos por los lusitanos a Roma que, en una batalla les causaron 7.000 bajas. Tras este desastre, se hizo cargo del ejército romano Servio Sulpicio Galba que concertó la paz con los lusitanos, que traicionaría, tomándolos como esclavos y realizando una cruel matanza.
De esta matanza consiguió escapar Viriato, pastor lusitano, con un reducido grupo que, en poco tiempo reunió 10.000 lusitanos de los que él sería el cabecilla. Derrotó y mató en Tribola al pretor Vetilio en 147 a. de C. (título que tenía el jefe supremo del ejército), utilizando sobre todo la táctica de guerrillas. Ante la impotencia de los romanos para vencer a Viriato, compraron a tres de sus lugartenientes, Ditalcó, Audaz y Minura que , lo asesinaron a traición. Cuando se presentaron a cobrar su recompensa, el pretor romano Servilio Cepión dijo "Roma no paga a traidores".
Pese a la muerte de Viriato, los lusitanos siguieron luchando bajo las órdenes de Tántalo, pero el nuevo pretor Décimo Junio Bruto, terminó por someterlos.
Otro hecho famoso fue la destrucción de Numancia. Era un ciudad celtibérica, junto a la actual Soria, en la que se refugiaron enemigos de Roma. Solicitaron su entrega inmediata, pero los numantinos se negaron a ello. Intentaron su conquista varias veces (durante veinte años) pero fueron vencidos, así que al mando de Publio Escipión Emiliano ( nieto de Escipión El Grande) decidieron sitiar la ciudad (el asedio duró 11 meses). Los numantinos, después de defenderse valerosamente y de una resistencia heroica , acuciados por el hambre y la peste, antes que rendirse, prefirieron matarse y quemar la ciudad.
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