viernes, 29 de noviembre de 2013

ABDERRAMÁN III


 
   Miembro  de la dinastía de los Omeyas, nieto del famoso rey de Navarra Iñigo Arista y del emir Abdalá, fue el soberano mas poderoso de cuantos rigieron el califato de Córdoba. Gobernó desde el 912 hasta el 961 sobre toda la España musulmana y gran parte de África. Acabó con 50 años de insurrecciones y disidencias de muladíes, mozárabes, árabes y bereberes.

   En el 929 adoptó el título de califa y de “príncipe de los creyentes” y pese a ser el defensor de la fe musulmana, fue muy tolerante con las demás religiones, lo que le valió el reconocimiento de las comunidades cristianas y judías.  Acuñó su propia moneda de oro (dirhemes) y plata (dinares) de gran pureza. Amplió la mezquita de Córdoba y construyó los maravillosos palacios de Medina Azahara, que fueron destruidos en el siglo siguiente.

   Disponía de fuertes ejércitos y flotas de guerra, y mantuvo muy buenas relaciones con los emperadores de Constantinopla y reyes de Alemania, Italia y Francia. Durante su reinado, Córdoba se convirtió en la capital de occidente por su población y florecimiento cultural, llegando a tener 17 escuelas superiores y universidades, 50 hospitales, 300 baños, 1600 mezquitas etc.

   En su lucha contra los reinos cristianos, destruyó Burgos y Cardeña, y se dirigió a Pamplona (año 934) para ser árbitro de las diferencias dinásticas. Acepta el vasallaje de la reina madre (su tía) Toda Aznar, e inviste como nuevo soberano de Navarra al hijo de ésta, García Sánchez I. También intervino en la entronización del rey de León, Sancho el Graso (nieto de la reina Toda) que había sido destronado por los nobles leoneses.

   En el año 939 dirigió en persona a su inmenso ejército contra Ramiro II de León y sus aliados navarros y castellanos, en la que fue la mas famosa de todas las batallas de la Edad Media en España, la batalla de Simancas, el día 5 de agosto, en la que el rey Ramiro obtuvo una gran victoria, que completó en Alhandenga, donde los musulmanes perseguidos volvieron a hacerle frente.
Desde ese día, Abderramán III nunca mas volvió a dirigir personalmente a sus ejércitos.

   A su fallecimiento, en octubre del 961, se encontraba en lo mas alto de su poder y de su fama.

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