miércoles, 19 de junio de 2013

SAN HERMENEGILDO Y LA ESPAÑA CATÓLICA


 
Iglesia de Santa Leocadia, Toledo (miniatura del códice Emilianense)

   Era  Hermenegildo hijo del rey Leovigildo, quien por influencia de San Leandro y de su propia esposa, que eran católicos, se convirtió al catolicismo en el año 579, y se negó a participar en el Concilio arriano convocado por su padre en Toledo en el 580.

   Alentado por gran parte del pueblo (los hispanorromanos eran en su mayoría católicos), algunos nobles y parte del clero católico, y aliado con los bizantinos, se sublevó contra su padre y empezó a llamarse rey.

   Fue vencido en Lusitania, Cáceres, Mérida  y Sevilla, siendo hecho prisionero y sufriendo martirio por orden de su propio padre y asesinado por su  carcelero en la ciudad de Tarragona. El Pontífice Sixto V puso su nombre en el martirologio y se le conmemora el 14 de Abril. A la muerte de Leovigildo heredó el reino su otro hijo Recaredo en el año 586.

   En esos momentos, en España existía una unidad política y jurídica muy bien estructurada, pero tenían un problema religioso. La minoría gobernante era arriana y la gran mayoría de los súbditos practicaba la religión católica. Por recomendación de Leovigildo antes de su muerte, Recaredo se convirtió al catolicismo  el 6 de mayo del año 589, durante la celebración del III Concilio de Toledo. El rey visigodo se  presentó con toda su familia y corte en la iglesia de Santa Leocadia, en  Toledo, donde se celebraba este Concilio, abjuró de la herejía arriana y se convirtió al catolicismo en acto público y solemne. A continuación, la gran mayoría de los 62  obispos, 5 arzobispos y nobles asistentes realizan la misma conversión que su rey, y desde ese día España es una nación oficialmente católica.

   A partir de este Concilio, se dispuso que se celebraran cada año el 1 de noviembre concilios en todas las provincias del reino, con la asistencia del clero y autoridades locales, para tratar asuntos religiosos , de justicia, y sobre la piedad con que conviene tratar a la plebe.  Gracias a estos concilios o reuniones, la monarquía visigoda absoluta fue moderando paulatinamente su poder, aprobando leyes muy beneficiosas, pues tenían autoridad para corregir los posibles abusos de los dignatarios para con el pueblo.              

   El rey siempre tenía poder de veto sobre las deliberaciones o acuerdos, pero una vez aprobados, se daba entrada al pueblo y se leían las conclusiones para que las conociera y aclamase.

   

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