Fue a finales del
siglo IV, cuando el imperio romano se dividió en dos, tras la muerte del
emperador Teodosio, legando a su hijo mayor Arcadio, la parte oriental del
imperio con sede en Constantinopla, y la occidental a su otro hijo Honorio, con
su capital en Roma, Milán o Rávena.
A este
imperio de occidente pertenecía la provincia Hispania. Este imperio
estaba rodeado por una multitud de tribus y pueblos llamados francos y
germánicos. Algunos eran aliados de Roma y eran utilizados para
frenar y enfrentarse a continuos intentos de invasión de otros pueblos que
presionaban constantemente las fronteras del imperio romano.
Uno de
sus aliados, el rey godo Alarico I se indispuso con el emperador Honorio
y sitió a Roma en el año 408 y después de una corta paz, en el 410 de
nuevo ataca Roma y la saquea. Ante la debilidad en que se encuentra en esos
momentos Roma, otros pueblos germanos atacan sus provincias conquistando parte
de la Galia , y
entrando en el 409 en España. En esos momentos, los visigodos (el pueblo godo
de occidente), ocupa gran parte de la
Galia y una pequeña parte de España (Barcelona).
Los
suevos, alanos , y vándalos son los pueblos que entran en España y se la
reparten. Los suevos se establecen en lo que hoy es Galicia y Portugal. Los
alanos ocupan el centro y levante de España, y los vándalos el sur. No tienen
un afán de conquista como tal, sino que son pueblos guerreros en marcha.
Arrasan, saquean, incendian, matan, causando pánico y terror entre los
naturales de Hispania. Se asientan, y en el 429 los vándalos son expulsados de
España por los visigodos aliados de nuevo con Roma y se establecen en el norte
de Africa, quedando en Hispania los suevos y los alanos.
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