Urna con los restos del Apóstol Santiago, en la Catedral de Compostela |
Durante muchísimos años, los cristianos fueron perseguidos por los emperadores romanos, asesinándoles y haciéndoles sufrir martirios crueles. En muchas ocasiones realizaban matanzas masivas de cristianos arrojándoles a las fieras en los circos, para divertimento de la población. No solo hubo persecuciones en Roma, aquí en España también regaron los mártires con su sangre nuestro suelo. Son mártires de aquel tiempo los Santos niños Justo y Pastor, en Alcalá; Santas Justa y Rufina , en Sevilla; Santa Leocadia, en Toledo; San Fermín, en Pamplona; San Vicente, en Valencia; San Frustuoso, en Tarragona, y los innumerales mártires de Zaragoza. La sangre de aquellos inocentes cayó como una maldición sobre Roma, cuyo imperio se deshizo ante la predicación del Evangelio.
Fue el Obispo Cordobés Osio, valiente y sabio, quien en el Concilio de Nicea combatió ardorosamente las doctrinas arrianas e influyó en el emperador Constantino para que publicara el Edicto de Milán, por el cual cesaron las persecuciones.
Cesar Flavio Constantino "El Grande", promulgó en el año 313 de nuestra Era el célebre Edicto, concediendo a los cristianos libertad para practicar su religión en todo el imperio, que dominaba todo el mundo entonces conocido de Europa, Asia y África, por lo que tuvo lugar un enorme cambio en la sociedad impía, vana y cruel que existía, por otra basada en el amor, la verdad y la justicia.
Desde entonces, el símbolo de nuestra civilización es la Cruz, la que ahuyentó de los pueblos cultos la barbarie, la esclavitud, la tiranía y el paganismo.
Este mismo emperador, aceptando una arraigada costumbre cristiana, prohibió el trabajo dominical que no fuera de apremiante necesidad. Estos edictos fueron el principio del fin de la edad antigua, aunque realmente se la sitúa coincidiendo con la caída del imperio romano en el año 476 de nuestra Era.
Fue el Obispo Cordobés Osio, valiente y sabio, quien en el Concilio de Nicea combatió ardorosamente las doctrinas arrianas e influyó en el emperador Constantino para que publicara el Edicto de Milán, por el cual cesaron las persecuciones.
Cesar Flavio Constantino "El Grande", promulgó en el año 313 de nuestra Era el célebre Edicto, concediendo a los cristianos libertad para practicar su religión en todo el imperio, que dominaba todo el mundo entonces conocido de Europa, Asia y África, por lo que tuvo lugar un enorme cambio en la sociedad impía, vana y cruel que existía, por otra basada en el amor, la verdad y la justicia.
Desde entonces, el símbolo de nuestra civilización es la Cruz, la que ahuyentó de los pueblos cultos la barbarie, la esclavitud, la tiranía y el paganismo.
Este mismo emperador, aceptando una arraigada costumbre cristiana, prohibió el trabajo dominical que no fuera de apremiante necesidad. Estos edictos fueron el principio del fin de la edad antigua, aunque realmente se la sitúa coincidiendo con la caída del imperio romano en el año 476 de nuestra Era.
(*) San Pablo expresa su deseo de viajar a España a los cristianos de Roma con estas palabras: "Cuando emprenda mi viaje hacia Hispania, espero, al pasar, visitaros y ser encaminado por vosotros a aquella tierra..." (Romanos 15, 24).
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