jueves, 28 de enero de 2016

EL CID CAMPEADOR


Estatua ecuestre del Cid en Burgos.
   Ruy (o Rodrigo) Díaz de Vivar, nacido en Vivar del Cid en 1043, pueblo entonces en frontera con el reino de Navarra, hijo de un caballero de baja hidalguía, pero de toda confianza del rey Fernando I, su madre pertenecía a una ilustre familia, influyente en la corte, por lo que se crió junto al Infante Don Sancho, hijo mayor del rey, como doncel o paje al que se consagró como su mas fiel compañero y servidor.
   Nombrado armiguero real, o alférez, disputó la propiedad de una villa fronteriza a un caballero navarro, al que venció, lo que le valió el título de “Campeador” (experto en batallas campales).
   Tras el asesinato de Don Sancho, ya rey Sancho II el Fuerte, ante las murallas de Zamora, pidió cuentas a Dª.  Urraca y mas tarde exigió, en representación de la nobleza castellana, al heredero Alfonso VI, juramento de no haber participado en el asesinato de su hermano, en la iglesia de Santa Gadea de Burgos,  hecho al que se atribuye la falta de cordialidad que existió en todo tiempo entre Don Rodrigo y el rey.
   No obstante, en un principio Alfonso VI le mantuvo a su lado concediéndole privilegios, inmunidad y derechos feudales, con el fin de atraerle a su partido,  ganar así la confianza de la nobleza castellana y consolidarse como rey de Castilla. También le concedió autorización para contraer matrimonio con Jimena, bisnieta del rey Alfonso V de León. Pero en una misión encargada por el rey para cobrar las parias del rey moro de Sevilla, tuvo un enfrentamiento con García Ordoñez, mano derecha de Alfonso VI, lo venció y lo llevó prisionero a la corte. El rey aprovechó este hecho para desterrarlo. Tuvo que abandonar el reino seguido por sus vasallos y familiares, dejando a su esposa e hijos en el Monasterio de San Pedro de Cardeña. En este trance comienza el “Poema del mío Cid” (lo que se conserva). 
Monasterio de San Pedro de Cardeña (Burgos)
   Nunca combatió contra su rey Alfonso VI ni contra los moros vasallos del mismo. Guerreó al servicio del rey moro de Zaragoza, contra otras taifas y contra los condes catalanes. Era tal su caballerosidad y trato hacia los vencidos que en esta época se le adjudico el sobrenombre  arábigo de “Cid” (Sire ó Señor).
   Por su cuenta luchó contra las taifas del levante español, llegando a ser un auténtico príncipe, estableciendo un protectorado en el año 1090 sobre Valencia, Lérida, Tortosa, Denia, Albarracín, Alpuente, Sagunto, Javea, Segorbe y Almenara. Los almorávides entran en España, y vencen a Alfonso VI. El Cid se alía con el rey de Aragón Pedro I, y juntos vencen a los almorávides en la batalla de Cuarte (1094)  ganada sin bajas antes un ejército enorme de mahometanos, y en Bairén (1097). Por su cuenta conquista Valencia el 15 de junio de 1094 y la pone al servicio de su rey Alfonso VI a pesar de la mala relación personal entre ambos, provocando la famosa frase “que gran vasallo si tuviera buen señor”.
   El Cid fallece en Valencia en 1099 y su esposa Jimena se hace cargo de la ciudad que, resiste contra los almorávides hasta 1102, en que tiene que abandonarla.
   Su único hijo varón, Diego,  fallece en la batalla de Consuegra, combatiendo en las filas de Alfonso VI. Tuvo además dos hijas: María y Cristina. Su caballo Babieca y sus espadas: Colada y Tizona. Fue nieto suyo el rey de Pamplona= García Ramírez “El Restaurador”, y su tataranieto Alfonso VIII rey de Castilla.
   El Cid, nunca perdió una batalla, y cuenta la leyenda que llegó a ganar una después de muerto, atado a la silla de su caballo. Fue admirado por amigos y enemigos, y el pueblo plasmó su imagen en los cantares de gesta “El Cantar del Mío Cid”. Por sus grandes virtudes y lealtad fue considerado como modelo de caballero cristiano.
  



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