Ruy (o Rodrigo) Díaz de Vivar, nacido en Vivar del Cid en 1043, pueblo
entonces en frontera con el reino de Navarra, hijo de un caballero de baja
hidalguía, pero de toda confianza del rey Fernando I, su madre pertenecía a una
ilustre familia, influyente en la corte, por lo que se crió junto al Infante
Don Sancho, hijo mayor del rey, como doncel o paje al que se consagró como su
mas fiel compañero y servidor.
Nombrado armiguero real, o alférez, disputó la propiedad de una villa
fronteriza a un caballero navarro, al que venció, lo que le valió el título de
“Campeador” (experto en batallas campales).
Tras el asesinato de Don Sancho, ya rey Sancho II el Fuerte, ante las
murallas de Zamora, pidió cuentas a Dª. Urraca y mas tarde exigió, en representación
de la nobleza castellana, al heredero Alfonso VI, juramento de no haber
participado en el asesinato de su hermano, en la iglesia de Santa Gadea de
Burgos, hecho al que se atribuye la
falta de cordialidad que existió en todo tiempo entre Don Rodrigo y el rey.
No obstante, en un principio Alfonso VI le mantuvo a su lado concediéndole
privilegios, inmunidad y derechos feudales, con el fin de atraerle a su partido,
ganar así la confianza de la nobleza
castellana y consolidarse como rey de Castilla. También le concedió
autorización para contraer matrimonio con Jimena, bisnieta del rey Alfonso V de
León. Pero en una misión encargada por el rey para cobrar las parias del rey
moro de Sevilla, tuvo un enfrentamiento con García Ordoñez, mano derecha de
Alfonso VI, lo venció y lo llevó prisionero a la corte. El rey aprovechó este
hecho para desterrarlo. Tuvo que abandonar el reino seguido por sus vasallos y
familiares, dejando a su esposa e hijos en el Monasterio de San Pedro de Cardeña.
En este trance comienza el “Poema del mío Cid” (lo que se conserva).
Monasterio de San Pedro de Cardeña (Burgos) |
Por su cuenta luchó contra las taifas del levante español, llegando a
ser un auténtico príncipe, estableciendo un protectorado en el año 1090 sobre
Valencia, Lérida, Tortosa, Denia, Albarracín, Alpuente, Sagunto, Javea, Segorbe
y Almenara. Los almorávides entran en España, y vencen a Alfonso VI. El Cid se
alía con el rey de Aragón Pedro I, y juntos vencen a los almorávides en la batalla
de Cuarte (1094) ganada sin bajas antes
un ejército enorme de mahometanos, y en Bairén (1097). Por su cuenta conquista
Valencia el 15 de junio de 1094 y la pone al servicio de su rey Alfonso VI a
pesar de la mala relación personal entre ambos, provocando la famosa frase “que
gran vasallo si tuviera buen señor”.
El Cid fallece en Valencia en 1099 y su esposa Jimena se hace cargo de
la ciudad que, resiste contra los almorávides hasta 1102, en que tiene que
abandonarla.
Su único hijo varón, Diego, fallece en la batalla de Consuegra,
combatiendo en las filas de Alfonso VI. Tuvo además dos hijas: María y
Cristina. Su caballo Babieca y sus espadas: Colada y Tizona. Fue nieto suyo el
rey de Pamplona= García Ramírez “El Restaurador”, y su tataranieto Alfonso VIII
rey de Castilla.
El Cid, nunca perdió una batalla, y cuenta la leyenda que llegó a ganar
una después de muerto, atado a la silla de su caballo. Fue admirado por amigos
y enemigos, y el pueblo plasmó su imagen en los cantares de gesta “El Cantar
del Mío Cid”. Por sus grandes virtudes y lealtad fue considerado como modelo de
caballero cristiano.
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